Morir a los 15 años
Como
ya se ha dicho centenares de veces, en Venezuela ocurre un fenómeno
antinatura en el tema de la inseguridad: los padres entierran a sus
hijos y días más tarde se tropiezan en la calle con el asesino, porque
es mentira que la policía persigue a los delincuentes
Yo
conocí a Oswaldo porque su padre, Ramón, es vigilante del edificio, y
cuando al papá le sale algún trabajo de reparación, el chamo, espigado
para su edad y siempre risueño, aparecía como ayudante, sin dejar los
estudios que justamente acababa de concluir. Ahora me duele como una
puñalada la última vez que lo miré, inmóvil, enfundado en una urna
marrón, que sus compañeros de clases cargaron, mientras balbuceaban
entre sollozos la letra de un reguetón.
Para quienes quedaron de testigos, la
muerte de Oswaldo transcurrió como un thriller, esos que a diario se
repiten en los barrios. Un grupo armado pasa, uno de ellos regresa y
dispara a quemarropa, sin palabra de por medio, contra los tres
muchachos, que permanecían sentados en la acera de una calle en el
sector Primero de Mayo de La Vega.
Como ya se ha dicho centenares de veces,
en Venezuela ocurre un fenómeno antinatura en el tema de la inseguridad:
los padres entierran a sus hijos y días más tarde se tropiezan en la
calle con el asesino, porque es mentira que la policía persigue a los
delincuentes, del mismo modo que es embuste que el vigésimo plan
anunciado por el presidente saliente para proteger a los ciudadanos será
puesto en marcha, y no pasa de otra rancia oferta electoral.
La espiral de violencia que en 14 años ha
colocado a Venezuela como uno de los países más peligrosos del
continente ha sido abordada de múltiples maneras, e incluso ha habido
ministros que se han reído cuando les citan las cifras de los cadáveres
ingresados en la morgue los fines de semana. Quienes deben permanecer al
frente de esa batalla sin cuartel nada hacen, o peor: fingen hacer algo
inventándole nombre al nuevo operativo o bautizando con apelativos
vistosos su último plan. No les interesa porque, por citar un ejemplo,
la ministra de la Juventud igual podría decir de las hijas del
Presidente goza de escolta especial que no solamente absorbe el dinero
del presupuesto para seguridad, sino que también se reservan para su
resguardo, a efectivos policiales, que les seguirán sus pasos las 24
horas del día. De allí la famosa frase de "sensación de inseguridad" que
anidó como obra suya la defensora del pueblo o la revelación de Carlos
Ocariz de que su antecesor disponía de cinco patrullas de Polisucre
apostadas en la calle de su residencia y otras cuantas para la casa de
sus padres.
Con esa visión mezquina e indiferente, que
podría resumirse con la frase "los demás que se jodan", los ministros y
demás funcionarios de alto rango no tomarán en cuenta el grave problema
de los asesinatos en los barrios, y que en tan mala hora truncó la
semana pasada la vida de un adolescente que se preparaba para hacerse
profesional y romper con el círculo de la pobreza.
El pasado sábado familiares y amigos
despidieron a Oswaldo, y nadie pudo entonces contener la rabia y el
dolor porque el grifo de la violencia sigue manando muertes.
Casualmente, a esa misma hora, efectivos de la Policía Nacional ayudaban
a levantar barricadas en la entrada de La Vega para proteger a los
ciudadanos de la violencia del candidato opositor. Es cierto, además de
cínicos actúan como lo que son: unos genuinos miserables.
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