martes, 9 de julio de 2013

Morir a los 15 años

Morir a los 15 años
Como ya se ha dicho centenares de veces, en Venezuela ocurre un fenómeno antinatura en el tema de la inseguridad: los padres entierran a sus hijos y días más tarde se tropiezan en la calle con el asesino, porque es mentira que la policía persigue a los delincuentes
Yo conocí a Oswaldo porque su padre, Ramón, es vigilante del edificio, y cuando al papá le sale algún trabajo de reparación, el chamo, espigado para su edad y siempre risueño, aparecía como ayudante, sin dejar los estudios que justamente acababa de concluir. Ahora me duele como una puñalada la última vez que lo miré, inmóvil, enfundado en una urna marrón, que sus compañeros de clases cargaron, mientras balbuceaban entre sollozos la letra de un reguetón.
Para quienes quedaron de testigos, la muerte de Oswaldo transcurrió como un thriller, esos que a diario se repiten en los barrios. Un grupo armado pasa, uno de ellos regresa y dispara a quemarropa, sin palabra de por medio, contra los tres muchachos, que permanecían sentados en la acera de una calle en el sector Primero de Mayo de La Vega.
Como ya se ha dicho centenares de veces, en Venezuela ocurre un fenómeno antinatura en el tema de la inseguridad: los padres entierran a sus hijos y días más tarde se tropiezan en la calle con el asesino, porque es mentira que la policía persigue a los delincuentes, del mismo modo que es embuste que el vigésimo plan anunciado por el presidente saliente para proteger a los ciudadanos será puesto en marcha, y no pasa de otra rancia oferta electoral.
La espiral de violencia que en 14 años ha colocado a Venezuela como uno de los países más peligrosos del continente ha sido abordada de múltiples maneras, e incluso ha habido ministros que se han reído cuando les citan las cifras de los cadáveres ingresados en la morgue los fines de semana. Quienes deben permanecer al frente de esa batalla sin cuartel nada hacen, o peor: fingen hacer algo inventándole nombre al nuevo operativo o bautizando con apelativos vistosos su último plan. No les interesa porque, por citar un ejemplo, la ministra de la Juventud ­igual podría decir de las hijas del Presidente­ goza de escolta especial que no solamente absorbe el dinero del presupuesto para seguridad, sino que también se reservan para su resguardo, a efectivos policiales, que les seguirán sus pasos las 24 horas del día. De allí la famosa frase de "sensación de inseguridad" que anidó como obra suya la defensora del pueblo o la revelación de Carlos Ocariz de que su antecesor disponía de cinco patrullas de Polisucre apostadas en la calle de su residencia y otras cuantas para la casa de sus padres.
Con esa visión mezquina e indiferente, que podría resumirse con la frase "los demás que se jodan", los ministros y demás funcionarios de alto rango no tomarán en cuenta el grave problema de los asesinatos en los barrios, y que en tan mala hora truncó la semana pasada la vida de un adolescente que se preparaba para hacerse profesional y romper con el círculo de la pobreza.
El pasado sábado familiares y amigos despidieron a Oswaldo, y nadie pudo entonces contener la rabia y el dolor porque el grifo de la violencia sigue manando muertes. Casualmente, a esa misma hora, efectivos de la Policía Nacional ayudaban a levantar barricadas en la entrada de La Vega para proteger a los ciudadanos de la violencia del candidato opositor. Es cierto, además de cínicos actúan como lo que son: unos genuinos miserables.
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