jueves, 26 de marzo de 2015

Reducción de mayoridad penal afecta principalmente a jóvenes marginados




ADITAL JOVEN
24.03.2015
Reducción de mayoridad penal afecta principalmente a jóvenes marginados


Adital

La reducción de la edad de responsabilidad penal en Brasil, del 18 al 16, que entró en la agenda de la Cámara de diputados la semana pasada, continúa movilizando a las organizaciones sociales y de derechos humanos que se oponen a esa propuesta de enmienda constitucional (PEC 171/93).
ddesacato.info
La reduccion de la edad penal recaerá, principalmente, en niños y jóvenes negros y pobres de las periferias.

Cáritas Brasileña, organización de la Conferencia Nacional de Obispos de Brasil (CNBB), publica un manifiesto en el que reafirma su posición contraria a las propuestas que se debaten en el Congreso Nacional que pretenden aumentar el tiempo de internación de los menores infractores. "Entendemos que los niños y adolescentes respetados en sus derechos difícilmente serán violadores /as de los Derechos Humanos", expresa el manifiesto.
"Subrayamos nuestro compromiso de exigir la obligación y la responsabilidad del Estado en garantizar los derechos constitucionales fundamentales de todos los niños y adolescentes, garantizándoles condiciones básicas igualitarias para el pleno desarrollo de sus potencialidades, y para asegurar que las familias, la comunidad y la sociedad sean capaces de asumir sus responsabilidades en la protección de sus hijos e hijas", expresa el documento.
Agrega el manifiesto,que las medidas de reducción de derechos , especialmente en lo que respecta a la reducción de la edad penal y del aumento del periodo internamiento , afecta principalmente a los y las jóvenes marginados y marginadas negros y negras , a los que viven en la periferia , a quienes les ha sido negado previamente su derecho a la supervivencia. Para la entidad, es necesario reconocer que la violencia tiene causas complejas que implican: la desigualdad e injusticias sociales; aspectos culturales que contribuyen a la construcción de un imaginario de intolerancia y discriminación, especialmente contra la población negra, pobre y joven. Además, "la realidad de las políticas públicas ineficaces o inexistentes; la falta de oportunidades para que los jóvenes ingresan al mercado de trabajo; y los medios de comunicación que asignan valores diferentes a las personas de acuerdo a la clase social, la raza / etnia, el género y la edad. "
Según Cáritas, reducir la mayoridad penal, es paliar el efecto y no mover sus causas estructurales. Investigaciones realizadas en diferentes partes del mundo muestran que la reducción de la edad de responsabilidad legal no reduce el índice de participación de los adolescentes en actos ilegales.
Los presos tienen un color
fatonanet









Cáritas Brasileña, organización de la Conferencia Nacional de Obispos de Brasil (CNBB), publica un manifiesto en el que reafirma su posición contraria a las propuestas que se debaten en el Congreso Nacional que pretenden aumentar el tiempo de internación de los menores infractores. "Entendemos que los niños y adolescentes respetados en sus derechos difícilmente serán violadores /as de los Derechos Humanos", expresa el manifiesto.
"Subrayamos nuestro compromiso de exigir la obligación y la responsabilidad del Estado en garantizar los derechos constitucionales fundamentales de todos los niños y adolescentes, garantizándoles condiciones básicas igualitarias para el pleno desarrollo de sus potencialidades, y para asegurar que las familias, la comunidad y la sociedad sean capaces de asumir sus responsabilidades en la protección de sus hijos e hijas", expresa el documento.
Agrega el manifiesto,que las medidas de reducción de derechos , especialmente en lo que respecta a la reducción de la edad penal y del aumento del periodo internamiento , afecta principalmente a los y las jóvenes marginados y marginadas negros y negras , a los que viven en la periferia , a quienes les ha sido negado previamente su derecho a la supervivencia. Para la entidad, es necesario reconocer que la violencia tiene causas complejas que implican: la desigualdad e injusticias sociales; aspectos culturales que contribuyen a la construcción de un imaginario de intolerancia y discriminación, especialmente contra la población negra, pobre y joven. Además, "la realidad de las políticas públicas ineficaces o inexistentes; la falta de oportunidades para que los jóvenes ingresan al mercado de trabajo; y los medios de comunicación que asignan valores diferentes a las personas de acuerdo a la clase social, la raza / etnia, el género y la edad. "
Según Cáritas, reducir la mayoridad penal, es paliar el efecto y no mover sus causas estructurales. Investigaciones realizadas en diferentes partes del mundo muestran que la reducción de la edad de responsabilidad legal no reduce el índice de participación de los adolescentes en actos ilegales.
Los presos tienen un color
fatonanet
Los defensores de la reducción de la edad penal creen que penas más duras disminuirán la violencia.

Ya la Pastoral Juvenil (PJ), una organización de la Iglesia Católica también vinculada a la CNBB, en un comunicado ha rechazado la PEC 171/93 manifiesta que a la característica masiva del encarcelamiento en Brasil se suma a la naturaleza selectiva del sistema de justicia penal: "a pesar de la diversidad étnica y social de la población, las personas sometidas al sistema penitenciario casi siempre tienen el mismo color y provienen de la misma clase social y de los mismos territorios geográficos, históricamente dejados al margen del proceso de desarrollo de Brasil: son personas jóvenes, pobres, periféricas y negras ".
Encerrar los jóvenes de 16 años en un sistema penitenciario fracasado que no ha cumplido con su función social y que ha demostrado ser una escuela del crimen, no garantiza la reintegración y re-educación de estas personas, mucho menos lareducción de la violencia. La propuesta de reducir la edad penal fortalece una política criminal y es contraria a la protección integral de los/as adolescentes ", dice PJ.
Por su parte el Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia (UNICEF) dice que la reducción de la responsabilidad penal está en contradicción con lo establecido en la Convención sobre los Derechos del Niño, de la ONU, la Constitución Federal de Brasil y el Estatuto del Niño y del Adolescente. Eso sería una decisión, que además de no resolver el problema de la violencia, penalizará a una población de adolescentes en base a presupuestos equivocados.
En Brasil, los adolescentes son en la actualidad más víctimas que perpetradores de la violencia. De los 21 millones de adolescentes brasileños, sólo 0,013% cometió actos contra la vida. De hecho, son los adolescentes que están siendo asesinados sistemáticamente. Brasil es el segundo país del mundo en número absoluto de muertes de adolescentes, después de Nigeria. Hoy en día, los homicidios representan el 36,5% de las causas de la muerte, por factores externos de los adolescentes en el país, mientras que para la población total corresponde a un 4,8%.
Más de 33 mil brasileños entre 12 y 18 años fueron asesinados entre 2006 y 2012. Si las condiciones actuales prevalecen, otros 42 000 adolescentes podrán ser víctimas de homicidios entre 2013 y 2019. "Las víctimas tienen color, clase social y dirección. En su mayor parte, son varones negros, pobres, que viven en las periferias de las grandes ciudades ", señala UNICEF.
La Asociación Nacional de Centros de Protección del Niño y del Adolescente - ANCED / DCI Sección Brasil, organización de la sociedad civil de ámbito nacional dedicada a la defensa de los derechos humanos de los niños y adolescentes brasileños, y la Red Nacional de Defensa de Adolescentes en Conflicto con Ley (Renade) también divulgaron una declaración pública denunciando que la reducción de la responsabilidad penal es una medida inconstitucional y que somete a los adolescentes al sistema penal de adultos, contrariando los tratados internacionales firmados por Brasil y los lineamientos del Comité Internacional sobre los Derechos del Niño las Naciones Unidas.
"El modelo penitenciario brasileño es la cara más cruel de una política pública ineficaz y violadora de los derechos humanos, no se perfila como el espacio adecuado para recibir adolescentes, personas en una etapa especial de desarrollo. La reducción de las prácticas ilegales en la adolescencia implica necesariamente abordar las desigualdades sociales y en especial la aplicación del Sistema Nacionalde Atención Socio-educativo [SINASE]", señalan Anced y Renade.
latuff






El Modelo brasileño de seguridad pública se caracteriza por profundas violaciones de derechos humanos.



Alternativas ineficientes
El Núcleo Especializados en Infancia y Juventud de la Defensoría Pública de São Paulo envió una nota técnica a todos los diputados manifestándose en contra de la PEC 171/93, ya que la Comisión de Constitución y Justicia de la Cámara de Diputados celebrará una audiencia pública para discutir la admisibilidad de esta propuesta y otras vinculadas a ella.
El texto de la nota señala que las medidas de endurecimiento del sistema penal adoptadas a lo largo de los años, probaron ser alternativas ineficaces para reducir la delincuencia y garantizar la seguridad de la población. Según la investigación del Ministerio de Justicia después de la promulgación de la Ley de delitos atroces(Ley N ° 8072/1990), la población carcelaria en Brasil pasó de 148.000 a 361.000 presos entre 1995 y 2005, período en el que hubo un crecimiento de 143,91% en los índices de criminalidad.
También de acuerdo con el Ministerio de Justicia, entre diciembre de 2005 y diciembre de 2009, la población carcelaria aumentó de 361.000 a 473.000 reclusos - un crecimiento del 31,05%, en el mismo periodo en que entró en vigor de la Ley que intensificó las penas a delitos relacionados con el tráfico de drogas (Ley N ° 11.343 / 2006).
La nota técnica nos recuerda, además, que en los 54 países que redujeron la edad penal no hubo una disminución de la delincuencia, agregando que Alemania y España, volvieron atrás en esa decisión, después de verificar la ineficacia de la medida.
La Comisión Especializada de Promoción Defensa de los Derechos de la Infancia y la Adolescencia en el Colegio Nacional de Defensores Públicos generales (Condege) también emitió una declaración pública expresando su repudio a las Propuestas de Enmienda Constitucional que pretenden reducir la edad penal.

Benedito Teixeira

Benedito Teixeira es periodista, maestro y estudiante de doctorado en Literatura. Editor de Adital desde julio del 2013.
Correo electrónico
benedito@adital.com.br
benitoteixeira@gmail.com




domingo, 12 de octubre de 2014

Venezuela es blanco de las balas perdidas

Venezuela es blanco de las balas perdidas

191 cadáveres han sido ingresados a la morgue de Bello Monte en lo que va de mes | Foto Archivo
Violencia en Venezuela | Foto Archivo
Un estudio de la ONU indica que entre 2009 y 2013 hubo por lo menos 67 víctimas, casi el doble de los reportados en Colombia

Hace dos años y cinco meses que un proyectil anónimo cercenó a la familia Molina. La bala presumiblemente salió de un arma disparada por uno de los guardias nacionales que intentaba retomar el internado judicial de La Planta, en El Paraíso.
Henry Molina, de 48 años de edad, estaba en la habitación de su apartamento, en el piso 9 de las residencias Las Piedras, en la avenida Oeste 18, a 300 metros del lugar donde ocurría la refriega. Se asomó por una de las ventanas y el proyectil lo impactó en la cabeza.
El hombre murió en el hospital Vargas. Era mensajero jubilado del Ministerio de Finanzas. Al conocer la noticia, su mamá María Ropero quedó postrada en medio de una profunda depresión. Sus familiares aún corren con los gastos del tratamiento.
En ese caso las instituciones del Estado no determinaron responsabilidades. Tampoco ayudaron a los deudos. Lourdes Molina, hermana de la víctima, recordó que la ministra para Servicios Penitenciarios, Iris Varela, les aseguró que la familia sería indemnizada. Durante un mes hubo conversaciones con un abogado de ese despacho.
“Esto se quedó en el olvido. Ellos querían que les rindiéramos pleitesía”, afirmó.
En el apartamento aún hay dos ventanales rotos por igual número de proyectiles disparados en esa batalla campal. Dos fotografías en el recibo del inmueble recuerdan a la víctima de la bala perdida.
Venezuela primero. Un informe de la Organización de Naciones Unidas presentado en junio pasado revela que los cuerpos de seguridad latinoamericanos son responsabilizados por 14% de las muertes por balas perdidas, como la que mató a Henry Molina.
El documento “Análisis de los reportes de medios sobre muertes y lesiones ocasionadas por balas perdidas en Latinoamérica y el Caribe (2009-2013)”, fue elaborado a partir de las noticias divulgadas por la prensa escrita de 29 países.
En esos 5 años fue posible documentar 550 reportes en los que alguna persona murió o fue herida a consecuencia de proyectiles que inicialmente no iban dirigidos hacia esas personas. En total se registraron 617 víctimas. De ellas 292 resultaron muertas. De todos los países revisados, Venezuela acumuló la mayor cantidad de casos reportados, con un total de 74, así como el número más alto de muertes por esa causa, al reportar 67 víctimas. Llama la atención que la cifra de fallecidos en el país es 86% más alta que la correspondiente a Colombia, que aparece en el segundo lugar en el estudio.
El director de la asociación Paz Activa, Luis Cedeño, dijo que las cifras de muertos por balas perdidas son consistentes con las tasas de homicidios de cada país. En el caso venezolano, dijo que la alta cifra de víticmas con respecto al resto de Latinoamérica podría ser consecuencia del uso generalizado de municiones de guerra tipo parabellum, tradicionalmente fabricadas por Cavim.
“En otros contextos esta munición no se usa tanto, sino que se le da preferencia a la de baja velocidad y más poder de parada. La idea es detener al agresor. La munición parabellum tiende a atravesar al objetivo y sigue”, explicó.
Indicó que la gran cantidad de muertos y lesionados por balas perdidas es un indicador de la alta disponibilidad de municiones, lo que permite usos “recreativos” tales como hacer disparos al aire durante celebraciones.
De las víctimas reportadas en Venezuela, 61% fueron de sexo masculino. Eso es 8% más que el promedio de víctimas de ese género en los años analizados en los países de la región.
En cuanto a las edades de las víctimas, 47% tenía menos de 18 años. 30% era de entre 19 años y 29 años de edad.
En la mitad de los casos de Venezuela se desconoce quién pudo haber disparado. Otro 32% de los reportes atribuyó las balas perdidas a luchas entre bandas, y 4% a la actividad del crimen organizado.
Llegar al origen. América Latina es la región del mundo que acumula la mayor porción de homicidios con 27%. Según ONU, eso es en parte consecuencia de la gran cantidad de armas que circula por esa región sin control alguno.
“Con tales niveles de violencia armada resulta comprensible que muchas balas disparadas no impacten su destino previsto y terminen hiriendo o matando a personas inocentes”, indica el informe.
Para el exjefe de la División contra Homicidios del Cicpc comisario Luis Godoy, las pesquisas sobre muertes por balas perdidas tienen especial dificultad, pues no existe un nexo entre el victimario y su víctima. Se determina que el deceso fue ocasionado por una bala perdida cuando se ve una trayectoria balística que generalmente es descendente en el cuerpo de la víctima.
“Esos casos son muy frecuentes en los días de Navidad y Año Nuevo. La gente sale a echar tiros al aire sin pensar que todo lo que sube tiene que bajar, y en este caso con la misma velocidad que tenía cuando subió”, explicó.
Las pesquisas en estos casos intentan determinar cuál pudo ser el punto de origen del disparo, utilizando cálculos de trayectoria balística que parten desde el punto donde cayó el proyectil mortal.
Además, las balas generalmente tienen marcas a los lados hechas por el cañón del arma. Se les conoce como campos y estrías. Eso permite determinar el tipo de arma que las expulsó. También contribuye a precisar el punto de origen.
Una vez hecho el cálculo, los investigadores hacen un trabajo de campo en el sitio donde se supone que salió el tiro. Las balas perdidas en su mayoría fueron disparadas por personas descuidadas, que no esperan que un agente policial toque a su puerta.
La cifra
22,9% de todas las muertes por balas perdidas reportadas en Latinoamérica durante el lapso 2009-2013 ocurrieron en Venezuela
Sorprendidos
* 1° de enero. En La Pedrera de Antímano y en la laguna de Catia fueron reportados heridos por balas perdidas. En el último caso, la víctima fue un niño de 11 años. El proyectil se alojó en un pulmón.
*19 de marzo. En el piso 8 de la clínica Asistanet una bala perdida chocó en el marco de una puerta e hirió a una empleada.
*25 de abril. Aida Alzuru de 72 años de edad murió luego de ser alcanzada por un proyectil cuando recogía la ropa en su casa de la calle 18 de El Valle.
*2 de junio. Una bala perdida hirió a Naybelis Zambrano de 11 años de edad cuando caminaba hacia su casa en Nueva Cúa. Murió luego de cuatro días de agonía en el Pérez Carreño.
*13 de junio. Proyectil entró a vivienda en el barrio Unión de Petare e hirió en la frente a una niña de ocho años de edad que estaba acostada.
* 27 de julio. Nayibis Carolina Riera, de 27 años de edad, murió al ser alcanzada por bala perdida en la espalda, en la zona sur de Cabimas.
* 17 de septiembre. Murió niña de un año de edad al ser impactada por proyectil perdido en Colinas de la Guacamaya, Valencia.

Fuente: El Nacional 12 Octubre 2014


domingo, 1 de junio de 2014

En el país hay una subcultura de malandros para quienes matar da prestigio y poder

Inicio » Tema del Día, Nacionales, Investigación, Judiciales y Seguridad

Alejandro Moreno: Tienen menos de 25 años y la impunidad los fortalece

En el país hay una subcultura de malandros para quienes matar da prestigio y poder

19 enero 2014 | 36 Comentarios
El psicólogo, director del Centro de Investigaciones Populares, teme que esos grupos de muchachos entren en conexión unos con otros y se conviertan en un poder. Asegura que no se puede intentar explicar la violencia criminal solo con el argumento de la pobreza y la exclusión


La discusión sobre la violencia criminal en Venezuela encuentra a Alejandro Moreno en su oficina y con sus armas en la mano, listas para ser desenfundadas. Armas que no son pistolas ni subametralladoras, sino libros, ideas, estudios y razonamientos. Y en su oficina en Caracas, este psicólogo, filósofo y teólogo, fundador y director del Centro de Investigaciones Populares, dispara argumentos -en conversación con el Correo del Orinoco- que pueden ser tan duros como proyectiles y que tienen como blanco a la sociedad, el Gobierno y el Estado.
Moreno alerta que las bandas de muchachos de no más de 25 años de edad se han convertido en una subcultura de hombres dispuestos a matar porque matar es poder y es un acto placentero para ellos.
Aun cuando considera que se puede hablar de crímenes atroces, señala que el asesinato de la actriz Mónica Spear y de su esposo, Thomas Berry, que ha levantado una polvareda nacional e internacional, “no es de lo más atroces; más bien es casi común”, porque los delincuentes “interfieren el desplazamiento de un vehículo y disparan”. Eso “está sucediendo abundantemente”, y según sus estimaciones, se volvió cotidiano desde hace cuatro o cinco años; el año 2013 “ha sido muy abundante en esto, lo que me hace temer que 2014 puede ser peor”.
Su preocupación es evidente al analizar que “hemos entrado en una espiral de lo que yo llamo los crímenes sin suficiente motivación. Hay crímenes con motivación banal: le dieron un pisotón, sacó la pistola y disparó”. Es “una motivación banal y perversa, porque por supuesto que ninguna motivación es justa en este caso, pero hay los que no tienen motivación, y lo que estamos descubriendo es que disparan y matan por matar”.
Con base en su conocimiento, advierte que se está formando “un grupo humano, con su propio mundo de vida, al margen de la forma de vida y del mundo de vida de la sociedad”, ya que “desarrolla sus propios valores, desarrolla sus propia manera de entender la realidad y de reaccionar ante ella, de buscarse los bienes”. Maneras que están “completamente fuera de lo aceptado en la convivencia social de la gente”.
Moreno ya lo había enunciado en la investigación Y salimos a matar gente: “El delincuente estructural ha convertido la violencia en su forma de vida, en una forma de vida”. Pero en ese momento lo había analizado como un fenómeno de los sujetos: “No se nos había presentado todavía como un fenómeno grupal”.
Aclara que son “grupos de panas”, que tienen “cierta jerarquía de prestigio”. Y asegura que es una subcultura, entendida como “la manera que tiene un grupo humano de habérselas con la humanidad”. Un grupo se comunica con otro, “y tienen la misma forma de vivir la vida”.
Moreno precisa que estos delincuentes violentos no son enfermos ni tienen daño cerebral o psicológico de por sí, pero sí están en una subcultura y tienen libertad de decisión. Va aún más allá: Esas personas “saben lo que hacen, quieren lo que hacen y lo comparten todos. Todos tienen el mismo punto de vista”. Por ahora, analiza, “son grupos aislados”, pero “en el futuro pueden conectarse y se pueden convertir en un poder”.

A FUEGO LENTO

El investigador sostiene que esa subcultura “se ha ido formando lentamente”, debido -entre otras razones- a la práctica de la violencia sin consecuencias “o con consecuencias banales”. Toma el ejemplo de la banda que asesinó a Spear y a su esposo: cuerpos de seguridad dijeron que la habían desintegrado varias veces, lo que Moreno critica porque “una banda se la desintegra una sola vez si eres policía y si eres el Estado”. El desorden “favorece que actúes libremente, jugando con los distintos desórdenes”, reprocha.
“Cuando un acontecimiento social como este se deja a su libre desarrollo, se desarrolla y se amplía”, advierte, “y va captando a otros. Por eso es peligrosísimo”.
Todo empieza por las prácticas: “atracas, en pequeños grupos o en conexión con otros compinches y no tiene consecuencias. Entonces te afirmas en lo que estás haciendo y te afirmas en la manera de entender y de pensar. Empiezas a pensar que las cosas son así, que hay una forma natural de hacer las cosas así; que es lícito, que es normal hacerlo”. Así se forma “una mentalidad, una manera de ver que acaba por convertirse en una subcultura. ‘Yo soy así’. De unos años para acá han empezado a jactarse. Es más: pertenecer a esa cultura se convierte en un logro, se convierte en motivo de orgullo”. Ahora es, no una postura individual, sino una posición de grupo.
La vida humana merece, para la sociedad, un gran respeto. No así para los integrantes de esta subcultura. Ser malandro es “tener poder, y tener poder quiere decir tener todas las jevas que yo quiera, tener todo el dinero que yo quiera, tener el dominio de todos los que yo quiera”, describe. Los estudios de Moreno revelan que la gran motivación de estos delincuentes es imponer el ser respetados. “¿Cómo ven la vida? La vida como poder”.
-¿Y cómo ven la vida del otro, a quien se la quitan?
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Alejandro Moreno: Tienen menos de 25 años y la impunidad los fortalece

En el país hay una subcultura de malandros para quienes matar da prestigio y poder

19 enero 2014 | 36 Comentarios
El psicólogo, director del Centro de Investigaciones Populares, teme que esos grupos de muchachos entren en conexión unos con otros y se conviertan en un poder. Asegura que no se puede intentar explicar la violencia criminal solo con el argumento de la pobreza y la exclusión


La discusión sobre la violencia criminal en Venezuela encuentra a Alejandro Moreno en su oficina y con sus armas en la mano, listas para ser desenfundadas. Armas que no son pistolas ni subametralladoras, sino libros, ideas, estudios y razonamientos. Y en su oficina en Caracas, este psicólogo, filósofo y teólogo, fundador y director del Centro de Investigaciones Populares, dispara argumentos -en conversación con el Correo del Orinoco- que pueden ser tan duros como proyectiles y que tienen como blanco a la sociedad, el Gobierno y el Estado.
Moreno alerta que las bandas de muchachos de no más de 25 años de edad se han convertido en una subcultura de hombres dispuestos a matar porque matar es poder y es un acto placentero para ellos.
Aun cuando considera que se puede hablar de crímenes atroces, señala que el asesinato de la actriz Mónica Spear y de su esposo, Thomas Berry, que ha levantado una polvareda nacional e internacional, “no es de lo más atroces; más bien es casi común”, porque los delincuentes “interfieren el desplazamiento de un vehículo y disparan”. Eso “está sucediendo abundantemente”, y según sus estimaciones, se volvió cotidiano desde hace cuatro o cinco años; el año 2013 “ha sido muy abundante en esto, lo que me hace temer que 2014 puede ser peor”.
Su preocupación es evidente al analizar que “hemos entrado en una espiral de lo que yo llamo los crímenes sin suficiente motivación. Hay crímenes con motivación banal: le dieron un pisotón, sacó la pistola y disparó”. Es “una motivación banal y perversa, porque por supuesto que ninguna motivación es justa en este caso, pero hay los que no tienen motivación, y lo que estamos descubriendo es que disparan y matan por matar”.
Con base en su conocimiento, advierte que se está formando “un grupo humano, con su propio mundo de vida, al margen de la forma de vida y del mundo de vida de la sociedad”, ya que “desarrolla sus propios valores, desarrolla sus propia manera de entender la realidad y de reaccionar ante ella, de buscarse los bienes”. Maneras que están “completamente fuera de lo aceptado en la convivencia social de la gente”.
Moreno ya lo había enunciado en la investigación Y salimos a matar gente: “El delincuente estructural ha convertido la violencia en su forma de vida, en una forma de vida”. Pero en ese momento lo había analizado como un fenómeno de los sujetos: “No se nos había presentado todavía como un fenómeno grupal”.

Aclara que son “grupos de panas”, que tienen “cierta jerarquía de prestigio”. Y asegura que es una subcultura, entendida como “la manera que tiene un grupo humano de habérselas con la humanidad”. Un grupo se comunica con otro, “y tienen la misma forma de vivir la vida”.
Moreno precisa que estos delincuentes violentos no son enfermos ni tienen daño cerebral o psicológico de por sí, pero sí están en una subcultura y tienen libertad de decisión. Va aún más allá: Esas personas “saben lo que hacen, quieren lo que hacen y lo comparten todos. Todos tienen el mismo punto de vista”. Por ahora, analiza, “son grupos aislados”, pero “en el futuro pueden conectarse y se pueden convertir en un poder”.

A FUEGO LENTO

El investigador sostiene que esa subcultura “se ha ido formando lentamente”, debido -entre otras razones- a la práctica de la violencia sin consecuencias “o con consecuencias banales”. Toma el ejemplo de la banda que asesinó a Spear y a su esposo: cuerpos de seguridad dijeron que la habían desintegrado varias veces, lo que Moreno critica porque “una banda se la desintegra una sola vez si eres policía y si eres el Estado”. El desorden “favorece que actúes libremente, jugando con los distintos desórdenes”, reprocha.
“Cuando un acontecimiento social como este se deja a su libre desarrollo, se desarrolla y se amplía”, advierte, “y va captando a otros. Por eso es peligrosísimo”.
Todo empieza por las prácticas: “atracas, en pequeños grupos o en conexión con otros compinches y no tiene consecuencias. Entonces te afirmas en lo que estás haciendo y te afirmas en la manera de entender y de pensar. Empiezas a pensar que las cosas son así, que hay una forma natural de hacer las cosas así; que es lícito, que es normal hacerlo”. Así se forma “una mentalidad, una manera de ver que acaba por convertirse en una subcultura. ‘Yo soy así’. De unos años para acá han empezado a jactarse. Es más: pertenecer a esa cultura se convierte en un logro, se convierte en motivo de orgullo”. Ahora es, no una postura individual, sino una posición de grupo.
La vida humana merece, para la sociedad, un gran respeto. No así para los integrantes de esta subcultura. Ser malandro es “tener poder, y tener poder quiere decir tener todas las jevas que yo quiera, tener todo el dinero que yo quiera, tener el dominio de todos los que yo quiera”, describe. Los estudios de Moreno revelan que la gran motivación de estos delincuentes es imponer el ser respetados. “¿Cómo ven la vida? La vida como poder”.
-¿Y cómo ven la vida del otro, a quien se la quitan?
-Si tienes poder, la vida del otro está sometida a tu poder. En sentir que tienes poder. Eso lo decía Alfredo, uno de los sujetos nuestros, y en los otros también se nota eso como gran motivación: el tener poder.
-¿Eso los lleva a matar?
-Claro. ¿Qué mayor poder que ser dueño de la vida y de la muerte de otro? A uno le cuesta mucho pensar que haya gente de esta manera, pero cuando se convierte en una manera común de entender, y compartida, pues parece normal. Y ni siquiera se plantean la pregunta.
-¿No hay conflicto ético?
-No. Quizá al principio. Uno de los sujetos con los que trabajamos nos dijo: “La primera noche, con el primero que yo maté, no dormí”. Pero más que conflicto ético, es miedo, por la superstición de que “me va a salir el muerto”.
Matar se convierte, para ellos, en algo normal. Moreno cuenta que en la carretera vieja Petare-Guarenas, en diciembre pasado, personas que esperaban el autobús fueron ametralladas. “Es matar a cualquiera, es matar por matar. Es tremendamente preocupante y se está convirtiendo en un valor en esa subcultura, porque da prestigio, porque da poder y produce placer”.

LAS CAUSAS

El investigador es muy crítico de la actuación del Gobierno y del Estado para atender este fenómeno. Cita a uno de los muchachos que analizó en sus trabajos: “Tenía 17 años (con cinco o seis asesinatos), cae preso con otro de 21 que tenía 13 muertos. A este lo llevan al Rodeo, a los tres meses sale. El muchacho de 17 años se escapa del centro juvenil donde estaba recluido y dice, tan tranquilo: ‘Seguimos matando gente”.
Hay, acusa, “una impunidad que viene de la justicia”, hasta el punto de que “los malandros han aprendido a tener un fondo de dinero para cuando caigan presos”.
Su experiencia con algunos cuerpos policiales cuando detienen a un malandro dista mucho de ser buena: “A una persona le dan vuelta y vuelta hasta que pague. Los primeros que inventaron, a mi parecer, el secuestro exprés son los policías, con el ruleteo para que les paguen”.
A su juicio, “en todos los gobiernos hubo lenidad y no hubo compromiso, pero en este gobierno no ha habido ninguno. En estos años ha sido desastroso, por unas razones supuestamente teóricas: Porque dicen que son víctimas de la sociedad, son pobrecitos, son del pueblo. Pero yo creo que hay que saber distinguir; no se puede analizar una realidad como esta con ligereza y sin una profundidad de análisis”. No se trata de tener “una ideología de catecismo”, resume.
-¿No son víctimas de la sociedad?
-También, pero eso es un factor más. Lo que hemos encontrado en nuestras investigaciones es que no tiene nada que ver la pobreza de origen con su conducta criminal, lo cual no quiere decir que la pobreza no sea un ambiente en el cual se pueden fomentar ciertas cosas, porque establece límites, cierra posibilidades; más que la pobreza personal, la pobreza ambiental. Pero no hay una relación directa, porque si no, todos los pobres serían malandros. Y desde el punto de vista ideológico, si tú eres de izquierda y estás diciendo que es por la pobreza, estás acusando a todos los pobres. La ideología ahí a veces juega al revés.

EL MODELAJE


Moreno opina que también ha influido la relación entre Gobierno-oposición, especialmente “por las autoridades de mayor prestigio” que “han atacado de palabra, pero de una manera sumamente violenta, han mostrado públicamente la violencia” con palabras y gestos. “La psicología social nos ha enseñado muy bien que la mayoría de las conductas se aprenden por el modelaje” y que “las personas de mayor prestigio: un futbolista, un gran artista, un literato de importancia, un presidente, un gobernador, son las que tienen mayor probabilidad de que sus conductas sean reproducidas”.
Puntualiza, no obstante, que esta reproducción “nunca es exacta” ni una copia al carbón, sino el resultado de un procesamiento. “Si muestras que puedes agredir al otro sin ninguna consecuencia”, enseñas que “eso se puede hacer”. El modelaje “facilita la emisión de conductas, facilita el aprendizaje de conductas”.
-¿Y la violencia de la exclusión?
-Las masas, que no son dirigentes o élites de los países, siempre han estado excluidas, y en Venezuela han estado excluidas siempre, marginadas, pero no había habido esta violencia. La exclusión hay que eliminarla por justicia, por derechos humanos y por dignidad humana, pero si vas a verla como fuente, como ambiente donde se da la violencia, puede ser, pero no es así en todos los lugares. La India, por ejemplo, y el mismo Haití, son ejemplo de ello. No se puede decir que haya una relación directa; hay otros factores que son más determinantes.
Moreno recuerda que en los años 80 del siglo XX “teníamos la tasa de homicidios común, el promedio mundial”, pero ahora, según cifras oficiales, el país cerró 2013 con una tasa oficial de 39 homicidios por cada 100 mil habitantes.
-¿Hay un punto de inflexión?
-Los puntos de inflexión son los momentos de desorden social, político y ético. Primer momento: 1989, con El Caracazo. Después de El Caracazo inmediatamente subió la tasa y se estabilizó. Otro momento: 1992, dos intentos de golpe. Hay un desorden institucional en sentido general: institución militar, institución política. Sube la tasa y se queda. Y luego, en 1998: ahí también hay un cambio completo, y sube.
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Alejandro Moreno: Tienen menos de 25 años y la impunidad los fortalece

En el país hay una subcultura de malandros para quienes matar da prestigio y poder

19 enero 2014 | 36 Comentarios
El psicólogo, director del Centro de Investigaciones Populares, teme que esos grupos de muchachos entren en conexión unos con otros y se conviertan en un poder. Asegura que no se puede intentar explicar la violencia criminal solo con el argumento de la pobreza y la exclusión


La discusión sobre la violencia criminal en Venezuela encuentra a Alejandro Moreno en su oficina y con sus armas en la mano, listas para ser desenfundadas. Armas que no son pistolas ni subametralladoras, sino libros, ideas, estudios y razonamientos. Y en su oficina en Caracas, este psicólogo, filósofo y teólogo, fundador y director del Centro de Investigaciones Populares, dispara argumentos -en conversación con el Correo del Orinoco- que pueden ser tan duros como proyectiles y que tienen como blanco a la sociedad, el Gobierno y el Estado.
Moreno alerta que las bandas de muchachos de no más de 25 años de edad se han convertido en una subcultura de hombres dispuestos a matar porque matar es poder y es un acto placentero para ellos.
Aun cuando considera que se puede hablar de crímenes atroces, señala que el asesinato de la actriz Mónica Spear y de su esposo, Thomas Berry, que ha levantado una polvareda nacional e internacional, “no es de lo más atroces; más bien es casi común”, porque los delincuentes “interfieren el desplazamiento de un vehículo y disparan”. Eso “está sucediendo abundantemente”, y según sus estimaciones, se volvió cotidiano desde hace cuatro o cinco años; el año 2013 “ha sido muy abundante en esto, lo que me hace temer que 2014 puede ser peor”.
Su preocupación es evidente al analizar que “hemos entrado en una espiral de lo que yo llamo los crímenes sin suficiente motivación. Hay crímenes con motivación banal: le dieron un pisotón, sacó la pistola y disparó”. Es “una motivación banal y perversa, porque por supuesto que ninguna motivación es justa en este caso, pero hay los que no tienen motivación, y lo que estamos descubriendo es que disparan y matan por matar”.
Con base en su conocimiento, advierte que se está formando “un grupo humano, con su propio mundo de vida, al margen de la forma de vida y del mundo de vida de la sociedad”, ya que “desarrolla sus propios valores, desarrolla sus propia manera de entender la realidad y de reaccionar ante ella, de buscarse los bienes”. Maneras que están “completamente fuera de lo aceptado en la convivencia social de la gente”.
Moreno ya lo había enunciado en la investigación Y salimos a matar gente: “El delincuente estructural ha convertido la violencia en su forma de vida, en una forma de vida”. Pero en ese momento lo había analizado como un fenómeno de los sujetos: “No se nos había presentado todavía como un fenómeno grupal”.

Aclara que son “grupos de panas”, que tienen “cierta jerarquía de prestigio”. Y asegura que es una subcultura, entendida como “la manera que tiene un grupo humano de habérselas con la humanidad”. Un grupo se comunica con otro, “y tienen la misma forma de vivir la vida”.
Moreno precisa que estos delincuentes violentos no son enfermos ni tienen daño cerebral o psicológico de por sí, pero sí están en una subcultura y tienen libertad de decisión. Va aún más allá: Esas personas “saben lo que hacen, quieren lo que hacen y lo comparten todos. Todos tienen el mismo punto de vista”. Por ahora, analiza, “son grupos aislados”, pero “en el futuro pueden conectarse y se pueden convertir en un poder”.

A FUEGO LENTO

El investigador sostiene que esa subcultura “se ha ido formando lentamente”, debido -entre otras razones- a la práctica de la violencia sin consecuencias “o con consecuencias banales”. Toma el ejemplo de la banda que asesinó a Spear y a su esposo: cuerpos de seguridad dijeron que la habían desintegrado varias veces, lo que Moreno critica porque “una banda se la desintegra una sola vez si eres policía y si eres el Estado”. El desorden “favorece que actúes libremente, jugando con los distintos desórdenes”, reprocha.
“Cuando un acontecimiento social como este se deja a su libre desarrollo, se desarrolla y se amplía”, advierte, “y va captando a otros. Por eso es peligrosísimo”.
Todo empieza por las prácticas: “atracas, en pequeños grupos o en conexión con otros compinches y no tiene consecuencias. Entonces te afirmas en lo que estás haciendo y te afirmas en la manera de entender y de pensar. Empiezas a pensar que las cosas son así, que hay una forma natural de hacer las cosas así; que es lícito, que es normal hacerlo”. Así se forma “una mentalidad, una manera de ver que acaba por convertirse en una subcultura. ‘Yo soy así’. De unos años para acá han empezado a jactarse. Es más: pertenecer a esa cultura se convierte en un logro, se convierte en motivo de orgullo”. Ahora es, no una postura individual, sino una posición de grupo.
La vida humana merece, para la sociedad, un gran respeto. No así para los integrantes de esta subcultura. Ser malandro es “tener poder, y tener poder quiere decir tener todas las jevas que yo quiera, tener todo el dinero que yo quiera, tener el dominio de todos los que yo quiera”, describe. Los estudios de Moreno revelan que la gran motivación de estos delincuentes es imponer el ser respetados. “¿Cómo ven la vida? La vida como poder”.
-¿Y cómo ven la vida del otro, a quien se la quitan?
-Si tienes poder, la vida del otro está sometida a tu poder. En sentir que tienes poder. Eso lo decía Alfredo, uno de los sujetos nuestros, y en los otros también se nota eso como gran motivación: el tener poder.
-¿Eso los lleva a matar?
-Claro. ¿Qué mayor poder que ser dueño de la vida y de la muerte de otro? A uno le cuesta mucho pensar que haya gente de esta manera, pero cuando se convierte en una manera común de entender, y compartida, pues parece normal. Y ni siquiera se plantean la pregunta.
-¿No hay conflicto ético?
-No. Quizá al principio. Uno de los sujetos con los que trabajamos nos dijo: “La primera noche, con el primero que yo maté, no dormí”. Pero más que conflicto ético, es miedo, por la superstición de que “me va a salir el muerto”.
Matar se convierte, para ellos, en algo normal. Moreno cuenta que en la carretera vieja Petare-Guarenas, en diciembre pasado, personas que esperaban el autobús fueron ametralladas. “Es matar a cualquiera, es matar por matar. Es tremendamente preocupante y se está convirtiendo en un valor en esa subcultura, porque da prestigio, porque da poder y produce placer”.

LAS CAUSAS

El investigador es muy crítico de la actuación del Gobierno y del Estado para atender este fenómeno. Cita a uno de los muchachos que analizó en sus trabajos: “Tenía 17 años (con cinco o seis asesinatos), cae preso con otro de 21 que tenía 13 muertos. A este lo llevan al Rodeo, a los tres meses sale. El muchacho de 17 años se escapa del centro juvenil donde estaba recluido y dice, tan tranquilo: ‘Seguimos matando gente”.
Hay, acusa, “una impunidad que viene de la justicia”, hasta el punto de que “los malandros han aprendido a tener un fondo de dinero para cuando caigan presos”.
Su experiencia con algunos cuerpos policiales cuando detienen a un malandro dista mucho de ser buena: “A una persona le dan vuelta y vuelta hasta que pague. Los primeros que inventaron, a mi parecer, el secuestro exprés son los policías, con el ruleteo para que les paguen”.
A su juicio, “en todos los gobiernos hubo lenidad y no hubo compromiso, pero en este gobierno no ha habido ninguno. En estos años ha sido desastroso, por unas razones supuestamente teóricas: Porque dicen que son víctimas de la sociedad, son pobrecitos, son del pueblo. Pero yo creo que hay que saber distinguir; no se puede analizar una realidad como esta con ligereza y sin una profundidad de análisis”. No se trata de tener “una ideología de catecismo”, resume.
-¿No son víctimas de la sociedad?
-También, pero eso es un factor más. Lo que hemos encontrado en nuestras investigaciones es que no tiene nada que ver la pobreza de origen con su conducta criminal, lo cual no quiere decir que la pobreza no sea un ambiente en el cual se pueden fomentar ciertas cosas, porque establece límites, cierra posibilidades; más que la pobreza personal, la pobreza ambiental. Pero no hay una relación directa, porque si no, todos los pobres serían malandros. Y desde el punto de vista ideológico, si tú eres de izquierda y estás diciendo que es por la pobreza, estás acusando a todos los pobres. La ideología ahí a veces juega al revés.

EL MODELAJE


Moreno opina que también ha influido la relación entre Gobierno-oposición, especialmente “por las autoridades de mayor prestigio” que “han atacado de palabra, pero de una manera sumamente violenta, han mostrado públicamente la violencia” con palabras y gestos. “La psicología social nos ha enseñado muy bien que la mayoría de las conductas se aprenden por el modelaje” y que “las personas de mayor prestigio: un futbolista, un gran artista, un literato de importancia, un presidente, un gobernador, son las que tienen mayor probabilidad de que sus conductas sean reproducidas”.
Puntualiza, no obstante, que esta reproducción “nunca es exacta” ni una copia al carbón, sino el resultado de un procesamiento. “Si muestras que puedes agredir al otro sin ninguna consecuencia”, enseñas que “eso se puede hacer”. El modelaje “facilita la emisión de conductas, facilita el aprendizaje de conductas”.
-¿Y la violencia de la exclusión?
-Las masas, que no son dirigentes o élites de los países, siempre han estado excluidas, y en Venezuela han estado excluidas siempre, marginadas, pero no había habido esta violencia. La exclusión hay que eliminarla por justicia, por derechos humanos y por dignidad humana, pero si vas a verla como fuente, como ambiente donde se da la violencia, puede ser, pero no es así en todos los lugares. La India, por ejemplo, y el mismo Haití, son ejemplo de ello. No se puede decir que haya una relación directa; hay otros factores que son más determinantes.
Moreno recuerda que en los años 80 del siglo XX “teníamos la tasa de homicidios común, el promedio mundial”, pero ahora, según cifras oficiales, el país cerró 2013 con una tasa oficial de 39 homicidios por cada 100 mil habitantes.
-¿Hay un punto de inflexión?
-Los puntos de inflexión son los momentos de desorden social, político y ético. Primer momento: 1989, con El Caracazo. Después de El Caracazo inmediatamente subió la tasa y se estabilizó. Otro momento: 1992, dos intentos de golpe. Hay un desorden institucional en sentido general: institución militar, institución política. Sube la tasa y se queda. Y luego, en 1998: ahí también hay un cambio completo, y sube.
El investigador habla, también, de la “imposibilidad de las instituciones”, y recalca que los jueces no tienen cómo atender tantos expedientes. “Es como una culebra que se muerde la cola, es un círculo vicioso”. Estima, además, que no hay una clara disposición del Gobierno “de tomar medidas en serio”.
Es verdad, añade, que la violencia “implica a toda la sociedad”, pero “cada uno hace lo que puede. La iglesia hace lo que puede con educación”, pero hace falta “un Gobierno que establezca los controles”. A su juicio, los planes implementados han fracasado. “¿Y voy a creer yo en otro plan?”, se pregunta.

PROPUESTAS

-¿Qué haría usted ya?
-La base para esto es algo que no se quiere hacer: distribuir el poder. No a las comunas, que no son poder autónomo, ni los Consejos Comunales, que no son poder. Me refiero a poder de la comunidad, poder autónomo de la comunidad.
Asegura: “Si yo tengo una especie de alcalde en mi barrio, con nombramiento y participación de toda la comunidad, con conexión con el Estado y con apoyo del Estado” será una forma de prevenir.
Un barrio “es una trama de relaciones”; allí el malandro tiene una mujer, los primos, los hermanos, los amigos. Esos vínculos sirven, por un lado, para ocultar, lo que “favorece la impunidad del malandro”, pero por otro lado sirve para influir y cambiar su personalidad, o encontrar formas “de neutralizar su acción”. La distribución del poder, argumenta, hace más manejable esa trama. Moreno cita los casos de Lima y de Bogotá, donde se crearon más municipios y “bajó la violencia”. Esa, aclara, “no es la solución total”, pero contribuye.
Igualmente incide la educación, que es eficaz como herramienta preventiva pero que hay personas a quienes no las cambiará. Se deben emprender acciones policiales, institucionales, pero “lo más importante sería la reforma completa de la justicia”.
¿Cómo desarticular la subcultura? “Eso requiere tiempo, y ahí es donde entra la difusión de valores, pero valores no solamente enseñados, sino practicados”, con la muestra de lo que es la otra sociedad. El problema, acota, es que “la otra sociedad” debe ser apetecible para ellos. “Debe ser apetecible para desarticular esa otra microsociedad, para que no tenga éxito y se muera por sí misma”. Pero también se debe garantizar que esa subcultura no tenga acceso a armas ni a drogas. “Es un trabajo completo, pero no ejercido por los ciudadanos comunes y corrientes, sino por el Estado”.

EL ROL DE LOS MEDIOS

El crimen Spear-Berry puso en el tapete de nuevo la relación entre delincuencia y medios de comunicación. Sobre este tema, Moreno subraya que “algo tiene que influir”, pero precisa que una película violenta es vista como una película por la población. “Cuando procesas la violencia, no en el marco de la verdad, sino en el marco de la fantasía, se queda como fantasía en la mayoría de la gente. Cuando algunos tienen tendencias, les influye indudablemente. Uno sabe del malandro que ha ido a ver tres o cuatro veces la misma película para ver cómo se dispara”.
Como investigador, acota que se han hecho mucho estudios “y no se ha llegado a ninguna conclusión clara”, aun cuando “siempre hay una sospecha”.

NO SON TANTOS PERO SU CAPACIDAD DE MUERTE “ES ASOMBROSA”

“Los malandros realmente activos en un barrio generalmente no pasan de 5 o 6, 10 cuando mucho. En un barrio de 8 mil habitantes 10 personas no es mucho. Es que la gente se cree que nosotros en Venezuela tenemos infinidad de malandros. No es verdad. No son tantos los malandros. Lo que pasa es que tienen una capacidad de muerte que es asombrosa. Tienen las armas que quieren, no tienen consecuencias negativas porque hay completa impunidad, tienen cómo moverse de un lado para otro. Tienen todas las facilidades. El porcentaje de delincuentes asesinos que nosotros tenemos no pasa del porcentaje de potenciales delincuentes de este tipo que pueda haber en cualquier sociedad. Lo que pasa es que en esas sociedades están controlados”.

“LA PENA DE MUERTE NO RESUELVE NADA”

Alejandro Moreno está en contra de la pena de muerte pero sabe que esos vientos soplan fuerte en una parte de la sociedad venezolana.
“Desgraciadamente cuando suceden hechos como el de Mónica Spear y su esposo, si preguntas si hay que poner la pena de muerte, más de 50% de los venezolanos te va a responder que sí”.
-¿Por qué usted les diría que no?
-La muerte de alguien nunca será justa. Además, no es necesario, para evitar el daño que cause una persona, matarla. Las instituciones y las sociedades modernas pueden tener medios para controlarlos. Si la persona está convertida en un criminal que se formó como tal, eso requiere un control especial, que puede ser la cárcel pero realmente cárceles. Nuestras cárceles son el mundo donde la violencia tiene su asiento, su difusión, su producción y su expansión.
La pena de muerte, insiste, “es injusta, porque no hay derecho a matar a nadie, sobre todo cuando se lo puede controlar”. Además, “la pena de muerte no resuelve nada; de hecho, en los países donde hay pena de muerte no ha disminuido la violencia, ni el eliminar la pena de muerte la ha aumentado, de manera que la pena de muerte no es eficiente”.
Moreno enfatiza que, por el contrario, la pena de muerte “puede servir para algo muy malo”, que es “el descargar la venganza no solamente de aquellos que son víctimas sino de la sociedad misma. La sociedad aprende que vengarse es lo que tiene que hacer, que vengarse es lo bueno, y eso difunde más violencia en el ánimo de la gran población, de la gran masa. La pena de muerte es dañina para la sociedad”.
El investigador entiende que esa sea la reacción, pero remarca que la pena de muerte no es lo justo. Por el contrario, subraya que se necesita control por parte del Estado.

T/ Vanessa Davies
F/ Avelino Rodrigues