Diariamente en las páginas de sucesos de los diferentes impresos del país, se puede leer como algún adolescente fallece tras quedar envuelto en un hecho violento; sea que haya “provocado” la situación exhibiendo caros zapatos, o simplemente estuviera en el lugar equivocado a la hora errónea. Esta realidad no escapa al territorio mirandino, donde entre el primero de enero y el 18 de agosto del 2010 se han registrado 1.219 homicidios, de los cuales 1.114 se corresponde a mayores de edad, y los restantes 105, a menores de edad, lo que refleja que un 9% de los fallecidos en hechos violentos son niños, niñas y adolescentes.
Así lo dio a conocer el comisario Elisio Guzmán, director de la policía del estado Miranda. Y es que aunque a la hora de accionar un gatillo los maleantes no titubean si se trata de un estudiante que sale del liceo o un abuelito que está cobrando la pensión, existen factores de riesgo que hacen que los adolescentes se conviertan en el blanco perfecto del hampa. Según expertos en el área un muchacho desertor del bachillerato, cuyo padre y madre trabajen todo el día, dejando al televisor como niñero es propenso a que se una a grupos en los cuales el vicio esté a la orden del día.
Este alarmante panorama lleva a plantearse el otro lado de la moneda; es decir, la incursión de los menores de edad en el mundo delictivo, que se expresa desde la etapa del liceo, pues ahora pareciera estar de moda las peleas entre los mismos compañeros de clase. Esto refleja una doble problemática, en donde la base de valores sólidos que deben ser promovidos en la casa y reforzados en el colegio, es precisamente lo que está fallando. Y es que estudios recientes indican que el 90% de los adolescentes que asumen estas actitudes violentas, son testigos de una conducta de este tipo en su entorno y el 30% ha participado en alguna ocasión ya sea como víctima o como agresor.
Violencia escolar. Aunque está más propenso a ser víctima o victimario aquel jovencito que haya quedado fuera del sistema escolar y cuente con excesivo tiempo libre; existe otra creciente problemática, y es la violencia estudiantil, en la cual resultan afectados no sólo las y los estudiantes, sino también las y los docentes. “Yo he llegado a recibir amenazas por parte de alumnos que entienden la violencia como el único medio para comunicarse y actuar; después de estos episodios tú te preguntas cómo reprender a un alumno porque no hizo la tarea de matemática, sin que esto implique un riesgo para tu integridad física y emocional. La primera vez que viví esa experiencia estuve tan traumatizada que pedí un reposo para buscar el apoyo del equipo de psicopedagogos para que me orientaran”, refirió una docente que da clases en un colegio público de Los Teques, quien pidió mantener en el anonimato tanto su identidad como el nombre de la institución.
(La Región (Miiranda), Edición Digital, 24/08 - Johana Rodríguez)
No hay comentarios:
Publicar un comentario