La línea que divide el castigo físico y el maltrato infantil es muy delgada. Cruzarla sólo depende de la fuerza del golpe, de la intensidad de las lesiones que provoque en el niño. El castigo físico o humillante es una forma de violencia infantil aceptada en la sociedad. Están tan arraigados dentro de la familia que, según una encuesta realizada por Fundacredesa en 35.724 niños, niñas y adolescentes, 70,7% sufre castigos violentos dentro de su hogar.
"Esto ocurre, a pesar de constituir una violación evidente a los derechos de la niñez y la adolescencia, que generan consecuencias perjudiciales para ellos", sentencia Fernando Pereira, directivo de Cecodap, organización que trabaja para proteger los derechos de la infancia venezolana.
Unicef, apéndice de las Naciones Unidas a favor de la infancia, coincide en la férrea oposición que muestra Cecodap ante el castigo corporal o sicológico en los chicos. En su último informe sobre violencia infantil, basado en un estudio en 16 países, señala que "la mayoría de los niños latinoamericanos sufre cotidianamente de maltrato físico o sicológico ya que los adultos lo consideran como una práctica normal de educación y sociabilización".
(El Universal, pp. 3-4,17/08 – Giuliana Chiappe)
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