Al ser
consultada sobre cómo afecta a
niños, niñas y
adolescentes vivir en
refugios, Mabel Mundó, socióloga
y
especialista en educación del Centro de Estudios
del
Desarrollo de la Universidad Central de
Venezuela,
señaló que cambios tan
radicales afectan el rendimiento de
los niños. Agrega
que los estudiantes damnificados viven una
situación
de desarraigo, especialmente porque perdieron sus cosas,
sus
libros, su morral. "Un refugio no cuenta con las
condiciones
adecuadas para sentarse a estudiar o repasar una
lección. El
ambiente de los albergues no es el
más apropiado para hacer tareas.
Es muy
difícil llevar una vida normal",
agrega.
Aumenta el riesgo de
violencia
intrafamiliar. La condición de
refugiado debería ser
transitoria. Cuando no es
así, los riesgos aumentan, en
especial para
niños, niñas y adolescentes. "Se trata
de
familias que viven juntas no por decisión, sino
porque un evento
natural los obligó. El tiempo que
conviven, así como las
pocas posibilidades de cambio
de ambiente incrementa los sucesos de
violencia
intrafamiliar y agresión", explicó
Oscar
Misle, director de Cecodap.
Para evitar ese
escenario, el
psicólogo refiere que lo ideal es garantizar
el
tratamiento socioemocional de los afectados de manera
permanente y no
únicamente al momento de la
contingencia, y en ese proceso la
educación es
crucial. Sostuvo que las escuelas son los lugares
más
adecuados para obtener la atención que les permita
cerrar
la herida emocional y el trauma que genera la
pérdida de
vivienda.
(El Nacional,
pp. C-1,
11/01 – Ariana Guevara Gómez /
Emily
Avendaño)
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